martes, 14 de octubre de 2025

el color de la tarde de limón


"Por allí mi caballo avanzaba. A los once años de ausencia, acercábame por fin aquel día a Santiago, mi aldea natal. El pobre irracional avanzaba, y yo, desde lo más entero de mi ser hasta mis dedos trabajados, pasando quizá por las mismas riendas asidas, por las orejas atentas del cuadrúpedo y volviendo por el golpeteo de los cascos que fingían danzar en el mismo sitio, en misterioso escarceo tanteador de la ruta y lo desconocido, lloraba por mi madre que muerta dos años antes, ya no habría de aguardar ahora el retorno del hijo descarriado y andariego. La comarca toda, el tiempo bueno, el color de cosechas de la tarde de limón, y también alguna masada que por aquí reconocía mi alma, todo comenzaba a agitarme en nostálgicos éxtasis filiales, y casi podían ajárseme los labios para hozar el pezón eviterno, siempre lácteo de la madre; sí, siempre lácteo, hasta más allá de la muerte."

Más allá de la vida y la muerte - César Vallejo



sábado, 11 de octubre de 2025

la medida de una vida

 Al lado de lo que le esperaba a mi padre en Africa, las expediciones para remontar los ríos de Guyana debieron parecerle paseos. Se quedará en África occidental veintidós años, hasta el límite de sus fuerzas. Allí conocerá todo, desde el entusiasmo del comienzo, el descubrimiento de los grandes ríos, el Niger, el Benue, hasta las tierras altas de Camerún. Compartirá el amor y la aventura con su mujer, a caballo por los senderos de montaña. Después la soledad y la angustia de la guerra, hasta el desgaste, hasta la amargura de los últimos momentos, ese sentimiento de haber superado la medida de una vida. 

Todo esto lo comprendí mucho más tarde cuando partí, como él, para viajar por otro mundo. No lo leí en los pocos objetos, máscaras, estatuitas y algunos muebles que trajo del país ibo y de las llanuras herbosas de Camerún. Tampoco mirando las fotos que tomó durante los primeros años, cuando llegó a Africa. Lo supe al redescubrir, al aprender a leer mejor los objetos de la vida cotidiana que nunca lo habían abandonado ni aún en su jubilación en Francia: esas tazas, esos platos esmaltado de azul y blanco hechos en Suecia, los cubiertos de aluminio, con los que había comido durante todos esos años, esos bols encastrados que usaba en el campo y en las cabañas de paso. Y todos los otros objetos, marcados, abollados por el traqueteo, que conservaban las huellas de las lluvias diluvianas y la decoloración especial del sol en el  ecuador, objetos de los que se había negado a desprenderse y que, a sus ojos, valían más que cualquier chuchería o recuerdo folclórico.

El africano - J.M.G. Le Clézio





martes, 30 de septiembre de 2025

armonía matemática

 "Entre 1958 y 1973, Alexander Grothendieck reinó sobre las matemáticas como un príncipe ilustrado, atrayendo a su órbita a las mejores mentes de su generación, quienes postergaron sus propias investigaciones para participar de un proyecto tan ambicioso como radical: develar las estructuras que subyacen a todos los objetos matemáticos. 

Su manera de enfrentar el trabajo era excepcional. Aunque fue capaz de resolver tres de las cuatro conjeturas de Weil, los mayores enigmas matemáticos de su época, a Grothendieck no le atraían los problemas difíciles ni le interesaban los resultados finales. Su afán era alcanzar una comprensión absoluta de los fundamentos, por lo que construía complejas arquitecturas teóricas alrededor de las interrogantes más simples, rodeándolas con un ejército de nuevos conceptos.  Bajo la suave y paciente presión de la razón de Grothendieck, las soluciones parecían brotar por sí mismas, revelándose por voluntad propia, "como una nuez que se abre tras permanecer sumergida bajo el agua durante meses"

Lo suyo fue la generalización, el zoom out llevado al paroxismo. Cualquier dilema se volvía sencillo si uno lo miraba desde la distancia suficiente. No le interesaban los números, las curvas, las rectas ni ningún otro objeto matemático en particular:  lo único que importaba era la relación entre ellos. "Tenía una sensibilidad extraordinaria a la armonía de las cosas", recuerda uno de sus discípulos, Luc Illusie. "No es sólo que haya introducido  nuevas técnias y probado grandes teoremas: cambió la forma en que pensamos sobre las matemáticas".

Su obsesión fue el espacio y una de sus mayores genialidades fue expandir la noción del punto. Ante la mirada de Grothendieck, el humilde punto dejó de ser una posición sin dimensiones para bullir con complejas estructuras internas. Donde otros veían algo sin profundidad, tamaño, ancho ni largo, Alexander vio un mundo entero. Desde Euclides no se había propuesto algo tan audaz."

Un verdor terrible - Benjamín Labatut