sábado, 12 de octubre de 2024

Para mi amiga, Labradora fiel

 "Ay, mira eso. Son mariposas. Un enjambre entero, flotando como una nubecita blanca por todo el césped. No creo haber visto tantas volando juntas así, suelen volar a pares. Blanquitas de la col, creo que son. No alcanzo a ver si tienen puntos negros en las alas. 

Deberían tener cuidado contigo, oh comedor de insectos. Un bocado de esa mandíbula se llevaría por delante a casi todas. Pero ahí van, directas hacia ti, como si no fueras más que una roca gigante sobre la hierba. Te riegan como confeti y tú ¡ni parpadeas!

Ay, ese sonido. ¿Qué habrá visto esa gaviota para dar un graznido así?

Las mariposas están de nuevo en el aire, de retirada, en dirección a la costa.

Quiero decir tu nombre, pero la palabra se muere en mi garganta.

¡Oh amigo mío, amigo mío !

El amigo - Sigrid Nuñez



lunes, 23 de septiembre de 2024

Los juegos de Asterión

 "Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo; aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta oAhora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya veras cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos. "

La casa de Asterión - Jorge Luis Borges



domingo, 9 de junio de 2024

cuando un relámpago cruzó el cielo

 "Pronto la lluvia empezó a caer ruidosamente a grandes chorros en las frondosas profundidades del parque, que de vez en cuando se iluminaba como con luces de Bengala. Los canalones producián sonidos guturales semejantes a los de un arroyo en las montañas. Cuando un nuevo relámpago cruzó el cielo, miré hacia el jardín del hotel, muy por debajo de donde me encontraba, y vi en la ancha fosa que separa el jardín del parque, bajo la protección de las ramas de un sauce llorón que pendían hacia el suelo, una pareja de patos, inmóvil sobre la superficie del agua tapizada en su totalidad de cebada  verde color hierba. Tan perfecta fue la nitidez de este cuadro surgido de la negrura de una décima de segundo, que aún ahora me imagino estar viendo cada una de las hojas de sauce, los matices más finos en las plumas de ambas aves, incluso los puntos de los poros de la piel de los párpados que se hundían sobre sus ojos."

Los anillos de Saturno - W. G. Sebald