lunes, 22 de mayo de 2017

la escenografía que nos rodea

"La primera vez que, años atrás, Olvido Ferrara y él había hablado de la pintura de batallas fue en la galería del palacio Alberti, en Prato, frente al cuadro de Guiseppe Pinacci titulado Después de la batalla: una de esas espectaculares pinturas históricas de composición perfecta, equilibrada e irreal, pero que ningún artista lúcido, pese a todos los adelantos técnicos, resabios y modernidad interpuesta, se atrevería nunca a discutir.  Qué curioso, había dicho ella    -entre cadáveres despojados y agonizantes, un guerrero remataba a culatazos a un enemigo caído semejante a un crustáceo, completamente cubierto con casco y armadura -,
 que casi todos los pintores interesantes de batallas sean anteriores al siglo XVII. A partir de ahí nadie, excepto Goya, se atrevió a contemplar a un ser humano tocado de veras por la muerte, con sangre auténtica en vez de jarabe heroico en las venas; quienes pagaban sus cuadros desde la retaguardia lo consideraban poco práctico. Luego tomó el relevo la fotografía. Tus fotos, Faulques. Y las de otros. Pero hasta eso perdió su honradez, ¿verdad? Mostrar el horror en primer plano ya es socialmente incorrecto. Hasta el niño que levantó las manos en la famosa del gueto de Varsovia le taparían hoy la cara, la mirada, para no incumplir las  leyes sobre protección de menores.  Además, se acabó aquello de que sólo con esfuerzo puede obligarse a una cámara a mentir.  Hoy, todas las fotos donde aparecen personas mienten o son sospechosas, tanto si llevan texto como si no lo llevan.  Dejaron de ser un testimonio para formar parte de la escenografía que nos rodea. Cada cual puede elegir cómodamente la parcela de horror con la que decorar su vida conmoviéndose. ¿No crees?  Qué lejos estamos, date cuenta, de aquellos antiguos retratos pintados, cuando el rostro humano tenía alrededor un silencio, que reposaba la vista y despertaba la conciencia.  Ahora, nuestra simpatía de oficio hacia toda clase de víctimas nos libera de responsabilidades.  De remordimientos."

El pintor de batallas - Arturo Pérez-Reverte
Santillana Ediciones 2007
pág.18


martes, 16 de mayo de 2017

estableciendo prioridades

"Cuando dejé el negocio y comencé mi vida como novelista, lo primero que hicimos (me refiero a mi esposa y a mí) fue modificar nuestro modo de vida. Decidimos despertarnos con la salida del sol y acostarnos lo antes posible cuando oscureciera. Eso era lo que considerábamos una vida natural. Como ya habíamos dejado la hostelería, podíamos vernos sólo con las personas a las que quisiéramos ver y hacer todo lo posible por no vernos con las que no.  Sentíamos que, al menos durante un tiempo, podíamos permitirnos ese pequeño lujo. Sonará repetitivo, pero a mí, por naturaleza, no se me dan bien las relaciones sociales. Tenía la necesidad de retornar a mi forma de ser originaria.
Dimos un fuerte golpe de timón para virar en redondo desde nuestros siete años de vida de "apertura" hacia una vida de "cierre".  Creo que esa etapa de "apertura" constituyó una buena experiencia. Si lo pienso, comprendo que aprendí muchas cosas importantes. Esa época fue para mí algo así como la educación general básica de la vida, mi verdadera escuela. Pero no podía continuar eternamente con ese tipo de vida. Y es que la escuela es un lugar en el que se entra, se aprende algo y se sale.
De este modo hacíamos una vida sencilla y regular en la que nos levantábamos antes de las cinco de la mañana y nos acostábamos antes de las diez de la noche.  La franja horaria del día en la que uno rinde más depende, por supuesto, de cada persona, pero, en mi caso, es la de las primeras horas de la mañana. En ellas concentro mi energía y consigo terminar las tareas más importantes. En las demás horas hago deporte, despacho las tareas cotidianas y ventilo los asuntos que no precisan demasiada concentración. Al ponerse el sol, ya no trabajo. Leo libros, escucho música, me relajo y me acuesto lo antes posible. Hasta hoy, mis días han seguido más o menos ese patrón.  Y creo que, afortunadamente, en estos veinte años he desarrollado mi trabajo con bastante eficiencia. Ahora bien, si se lleva esta clase de vida, cosas como las salidas nocturnas desaparecen casi por completo y las relaciones sociales sin duda también se van resintiendo. Alguno incluso se ofende. Porque si te invitan a ir a algún sitio o te proponen hacer algo, entonces hay que declinar la invitación.
Es sólo mi opinión, pero, en la vida, a excepción de esa época en la que se es realmente joven, deben establecerse prioridades.  Hay que repartir ordenadamente el tiempo y las energías. Sí, antes de llegar a cierta edad, no dejas bien instalado en tu interior un sistema como ése, la vida acaba volviéndose monótona y carente de eje."


De que hablo cuando hablo de correr - Haruki Murakami