domingo, 25 de marzo de 2018

dos silencios

"A lo lejos, vi la silueta de alguien que caminaba en la misma dirección. Iba como a cincuenta metros de distancia, por la acera opuesta y sin prisa. Pensé que podía ser la Poison y aceleré un poco el paso. En seguida me di cuenta de que era un hombre. Aunque la calle estaba de por medio, me pareció que no era joven ni viejo, pensé que era un obrero después de su jornada nocturna. No sé por qué, me dieron unas ganas inmensas de cruzar y caminar con él. El hombre me miró con recelo al principio y luego con indiferencia, enderezó la cara y siguió caminando. Los pasos del desconocido golpeaban a mi derecha, traté de adelantarme pero fue inútil: parecíamos sincronizados, avanzando en la misma dirección, al mismo paso, con la calle de por medio. Hubiera sido fácil atravesar la calle y acercarse, lo difícil eran las palabras. siempre las palabras.
Algo hay podrido en Dinamarca, recuerdo que pensé, y en el resto de este puto planeta para que esto pase. Ni siquiera el viento de la madrugada podía unir a dos desconocidos y hacerlos caminar en compañía. Algo hay podrido en Dinamarca. Me moría de ganas de contarle lo que nos pasó, vengo de una fiesta pero cayó la ley y por poco nos agarran, mi chamaca y yo salimos escupidos y por esta nos salvamos. Entonces pensé por primera vez en mi vida que tal vez, casi seguramente, algo importante decían las frases garabateadas en los muros de San José. Y en un instante pasaron por mi mente las imágenes que había visto en los periódicos de las manifestaciones juveniles en México, París, Río de Janeiro y California, y sentí que mi garganta se trababa y estuve a punto de gritar, de llorar, no sé,algo hay podrido en Costa Rica, en Dinamarca y en todos los que somos incapaces de hablar con un desconocido. Y supe que Janis Joplin decía lo mismo, y que en su voz de diosa herida se mezclaban la furia y los lamentos.


Uno en la llovizna - Rodrigo Soto
LOM Ediciones, 2009




miércoles, 21 de marzo de 2018

impulsos desenfrenados

"Esta mañana Claudia y yo salimos, como siempre, rumbo a nuestros empleos en el cochecito que mis padres nos regalaron hace diez años por nuestra boda. A poco sentí un cuerpo extraño junto a los pedales. ¿Una cartera? ¿Un ...? De golpe recordé que anoche fui a dejar a María a casa y el besito candoroso de siempre en las mejillas se nos corrió, sin pensarlo, a la comisura de los labios, al cuello, a los hombros, a la palanca de cambios, al corset, al asiento reclinable, en fin. Estás distraído, me dijo Claudia cuando casi me paso el semáforo. Después siguió mascullando algo pero yo ya no la atendía. Me sudaban las manos y sentí que el pie, desesperadamente, quería transmitir el don del tacto a la suela de mi zapato para saber exactamente qué era aquello, para aprehenderlo sin que ella notara nada. Finalmente logré pasar el objeto desde el lado del acelerador hasta el lado del embrague. Lo empujé hacia la puerta con el ánimo de abrirla en forma sincronizada para botar eso a la calle. Pese a las maromas que hice, me fue imposible. Decidí entonces distraer a Claudia y tomar aquello con la mano para lanzarlo por la ventana. Pero Claudia estaba arrimada a su puerta, prácticamente virada hacia mí. Comencé a desesperar. Aumenté la velocidad y a poco vi por el retrovisor un carro de la policía. Creí conveniente acelerar para separarme de la patrulla policial pues si veían que eso salía por la ventanilla podían imaginarse cualquier cosa. -¿Por qué corres? Me inquirió Claudia, al tiempo que se acomodaba de frente como quien empieza a presentir un choque. Vi que la policía quedaba atrás por lo menos con una cuadra. Entonces aprovechando que entrábamos al redondel le dije a Claudia saca la mano que voy a virar a la derecha. Mientras lo hizo, tomé el cuerpo extraño: era un zapato leve, de tirillas azules y alto cambrión. Sin pensar dos veces lo tiré por la ventanilla. Bordeé ufano el redondel, sentí ganas de gritar, de bajarme para aplaudirme, para festejar mi hazaña, pero me quedé helado viendo en el retrovisor nuevamente a la policía. Me pareció que se detenían, que recogían el zapato, que me hacían señas. -¿Qué te pasa? me preguntó Claudia con su voz ingenua. -No sé, le dije, esos chapas son capaces de todo. Pero el patrullero curvó y yo seguí recto hacia el estacionamiento de la empresa donde trabaja Claudia. Atrás de nosotros frenó un taxi haciendo chirriar los neumáticos. Era otra atrasada, una de esas que se terminan de maquillar en el taxi. -Chao amor, me dijo Claudia, mientras con su piecito juguetón buscaba inútilmente su zapato de tirillas azules.

Conciencia breve - Iván Egüez
16 Cuentos Latinoamericanos, LOM, 2008


sábado, 17 de marzo de 2018

Gabriel García Márquez

"Has dicho que escribir es un placer. También has dicho que es un sufrimiento. ¿En qué quedamos?

- Las dos cosas son ciertas. Cuando estaba comenzando, cuando estaba conociendo el oficio, era un acto alborozado, casi irresponsable. En aquella época, recuerdo, después de que terminaba mi trabajo en el periódico, hacia las dos o tres de la madrugada, era capaz de escribir cuatro, cinco hasta diez páginas de un libro.
Alguna vez, de una sola sentada, escribí un cuento. Ahora me considero un afortunado si puedo escribir un buen párrafo en una jornada. Con el tiempo el acto de escribir se ha vuelto un sufrimiento.

¿Tomas notas?

- Nunca, salvo apuntes de trabajo. Sé por experiencia que cuando se toman notas uno termina pensando para las notas y no para el libro. Cuando era joven, escribía de un tirón, sacaba copias, volvía a corregir. Ahora voy corrigiendo línea por línea a medida que escribo, de suerte que al terminar la jornada tengo una hoja impecable, sin manchas ni tachaduras, casi lista para llevar al editor.
¿Detesta la fantasía? ¿por qué ?

- Porque creo que la imaginación no es sino un instrumento de elaboración de la realidad. Pero la fuente de creación al fin y al cabo es siempre la realidad. Y la fantasía, o sea la invención pura y simple, a lo Walt Disney, sin ningún asidero en la realidad, es lo más detestable que pueda haber.
Recuerdo que alguna vez, interesado en escribir un libro de cuentos infantiles te mandé como prueba "El mar de tiempo perdido" . Con la franqueza de siempre, me dijiste que no te gustaba, y creías que era por una limitación tuya: la fantasía no te decía nada.
Pero el argumento me resultó demoledor porque tampoco a los niños les gusta la fantasía. Lo  que les gusta, por supuesto, es la imaginación.
La diferencia que hay entre una y la otra es la misma que hay entre un ser humano y el muñeco de un ventrílocuo.

¿Qué es para ti la inspiración?

Yo no la concibo como un estado de gracia ni como un soplo divino, sino como una reconciliación con el tema a fuerza de tenacidad y dominio?

 Extracto de la entrevista realizada por Plinio Apuleyo Mendoza publicada en el libro El olor de la Guayaba, Bogotá, Oveja Negra, 1982



miércoles, 14 de marzo de 2018

a merced de las olas

"Entretando, la vida del puerto seguía su curso ante las ventanas. Una barcaza cargada con una montaña de barriles que debían de estar prodigiosamente estibados para no rodar dejó a su paso la habitación casi a oscuras ; unas lanchas a motor que, de haber tenido tiempo, Karl habría podido observar con detenimiento, avanzaron en línea recta siguiendo las contracciones de las manos de un hombre erguido junto al timón; extraños cuerpos flotando emergían espontáneamente aquí y allá entre las agitadas aguas, eran al instante recubiertos por ellas y se hundían ante la mirada perpleja; unos cuantos botes provenientes de transatlánticos  pasaron impulsados por marineros que se esforzaban en los remos: iban repletos de pasajeros silenciosos y expectantes, sentados tal y como los habían embutido en ellos, aunque algunos no pudieran evitar seguir con la cabeza los continuos cambios de escenario.  Un movimiento sin fin, una inquietud que el inquieto elemento transmitía a los desvalidos seres humanos y a sus obras."

El fogonero , Ante la ley - Franz Kafka
Ediciones Debolsillo, 2014



viernes, 9 de marzo de 2018

los sorprendentes cerdos

-"¿Le gustan los embutidos? -preguntó el escritor.
-Sí...Digamos que no tengo nada en contra.
- Voy a preparar café.
Se levantó con vivacidad y volvió unos diez minutos después con dos tazas y una cafetera italiana.
- No tengo leche ni azúcar -anunció.
-Da igual. No los tomo.
El café estaba bueno. Un silencio absoluto se prolongó entre dos o tres minutos.
- Me gustaban mucho los embutidos. - dijo finalmente Houellebecq -, pero he decidido abstenerme de ellos. Verá, creo que no debería estar permitido que los hombre maten cerdos. Le he dicho la mala opinión que tengo de las ovejas; y me reafirmo en ella. Me parece que la misma vaca, y en eso estoy en desacuerdo con mi amigo Benoit Duteurtre, está muy sobrestimada. Pero el cerdo es un animal admirable, inteligente, sensible, capaz de un afecto sincero y exclusivo por su dueño. Y tiene una inteligencia realmente sorprendente, ni siquiera conocen sus límites. ¿Sabe que han podido enseñarle las operaciones simples? Bueno, por lo menos la suma, y creo que también la resta en algunos ejemplares muy dotados. ¿El hombre tiene derecho a sacrificar a un animal capaz de aprender las bases de la aritmética? . Creo que no, francamente."

El mapa y el territorio - Michel Houellebecq
Editorial Anagrama, 2011



sábado, 3 de marzo de 2018

un momento extraordinario


"Ya había tocado la campana, pero una niña de mi clase estaba de rodillas en el patio polvoriento. Llevaba el pelo recogido en una trenza en la espalda. Encerraba algo entre las manos. Le pregunté qué era. "He cazado una mariposa nocturna", dijo sin mirarme. "¿Para qué quieres una mariposa nocturna?", pregunté, "¡Pues vaya una pregunta!" dijo ella. Yo recapacité. "Una mariposa diurna sería alguna cosa, dije. "No -dijo ella- ; sería otra cosa" "Deberías soltarla" , dije. "Es una mariposa muy especial", dijo ella. "¿Cómo lo sabes?", pregunté. "Tengo la impresión", dijo. Yo le dije que ya había sonado la campana. "Pues entra. Nadie te lo impide, dijo ella. "No entraré hasta que la sueltes" . "Pues tienes para rato", dijo ella."
Separó los pulgares y miró el interior. "Déjame verla, dije. Ella no contestó, "¿Me dejas verla por favor?" Me miró. Tenía unos ojos verdes y vivos. "Está bien. Pero ten cuidado." Levanto las manos a la altura de mi cara y separó los pulgares un centímetro. Su piel olía a jabón. Sólo distinguí un trozo de ala marrón y tiré un poco de su pulgar, para ver mejor. Y sin embargo. Ella debió de pensar que yo trataba de liberar a la mariposa, porque juntó sus manos bruscamente. Nos miramos horrorizados. Cuando volvió a abrir las manos, la mariposa dio un débil salto en la palma. Se le había desprendido un ala. Ella ahogó una exclamación. "No he sido yo" dije. Cuando la miré a los ojos vi que tenía lágrimas. Un sentimiento que yo no sabía que era ternura me oprimía el estómago. "Lo siento", susurré. En aquel momento desee abrazarla, ahuyentar con un beso el recuerdo de la mariposa y el ala rota. Ella no dijo nada. Nos mirábamos a los ojos sin parpadear.
Era como compartir una culpa secreta. Yo la veía todos los días en clase y nunca había sentido por ella algo especial. [         ]
Pero ahora me pareció diferente. Descubrí sus poderes especiales. Cómo parecía atraer la luz y hacer que todo gravitara hacia ella. Por primera vez, vi que los dedos gordos de sus pies apuntaban un poco hacia adentro. Que tenía las rodillas sucias. Que el abrigo se ajustaba bien a sus hombros delgados. Como si mis ojos hubieran sido dotados de aumento, la veía ahora más cercana. El lunar que tenía en el labio, como una mancha de tinta. La valva rosada y translúcida de su oreja. La pelusa dorada de sus mejillas. Iba revelándose a mis ojos centímetro a centímetro. Casi me parecía que pronto podría distinguir las células de su piel como al microscopio, y me vino a la cabeza aquella idea que siempre me había preocupado, de que había heredado demasiadas cosas de mi padre. Pero fue sólo un momento porque, al mismo tiempo que reparaba en su cuerpo, empezaba a ser consciente del mío. La sensación casi me cortó la respiración. Un cosquilleo me recorría los nervios. Todo aquello no duró más de treinta segundos. Y sin embargo. Cuando terminó, yo había sido iniciado en el misterio que marca el principio del fin de la infancia. Tardaría años en agotar toda la alegría y el dolor que nacieron en mí en aquel medio minuto escaso."

La historia del amor - Nicole Krauss