sábado, 3 de marzo de 2018

un momento extraordinario


"Ya había tocado la campana, pero una niña de mi clase estaba de rodillas en el patio polvoriento. Llevaba el pelo recogido en una trenza en la espalda. Encerraba algo entre las manos. Le pregunté qué era. "He cazado una mariposa nocturna", dijo sin mirarme. "¿Para qué quieres una mariposa nocturna?", pregunté, "¡Pues vaya una pregunta!" dijo ella. Yo recapacité. "Una mariposa diurna sería alguna cosa, dije. "No -dijo ella- ; sería otra cosa" "Deberías soltarla" , dije. "Es una mariposa muy especial", dijo ella. "¿Cómo lo sabes?", pregunté. "Tengo la impresión", dijo. Yo le dije que ya había sonado la campana. "Pues entra. Nadie te lo impide, dijo ella. "No entraré hasta que la sueltes" . "Pues tienes para rato", dijo ella."
Separó los pulgares y miró el interior. "Déjame verla, dije. Ella no contestó, "¿Me dejas verla por favor?" Me miró. Tenía unos ojos verdes y vivos. "Está bien. Pero ten cuidado." Levanto las manos a la altura de mi cara y separó los pulgares un centímetro. Su piel olía a jabón. Sólo distinguí un trozo de ala marrón y tiré un poco de su pulgar, para ver mejor. Y sin embargo. Ella debió de pensar que yo trataba de liberar a la mariposa, porque juntó sus manos bruscamente. Nos miramos horrorizados. Cuando volvió a abrir las manos, la mariposa dio un débil salto en la palma. Se le había desprendido un ala. Ella ahogó una exclamación. "No he sido yo" dije. Cuando la miré a los ojos vi que tenía lágrimas. Un sentimiento que yo no sabía que era ternura me oprimía el estómago. "Lo siento", susurré. En aquel momento desee abrazarla, ahuyentar con un beso el recuerdo de la mariposa y el ala rota. Ella no dijo nada. Nos mirábamos a los ojos sin parpadear.
Era como compartir una culpa secreta. Yo la veía todos los días en clase y nunca había sentido por ella algo especial. [         ]
Pero ahora me pareció diferente. Descubrí sus poderes especiales. Cómo parecía atraer la luz y hacer que todo gravitara hacia ella. Por primera vez, vi que los dedos gordos de sus pies apuntaban un poco hacia adentro. Que tenía las rodillas sucias. Que el abrigo se ajustaba bien a sus hombros delgados. Como si mis ojos hubieran sido dotados de aumento, la veía ahora más cercana. El lunar que tenía en el labio, como una mancha de tinta. La valva rosada y translúcida de su oreja. La pelusa dorada de sus mejillas. Iba revelándose a mis ojos centímetro a centímetro. Casi me parecía que pronto podría distinguir las células de su piel como al microscopio, y me vino a la cabeza aquella idea que siempre me había preocupado, de que había heredado demasiadas cosas de mi padre. Pero fue sólo un momento porque, al mismo tiempo que reparaba en su cuerpo, empezaba a ser consciente del mío. La sensación casi me cortó la respiración. Un cosquilleo me recorría los nervios. Todo aquello no duró más de treinta segundos. Y sin embargo. Cuando terminó, yo había sido iniciado en el misterio que marca el principio del fin de la infancia. Tardaría años en agotar toda la alegría y el dolor que nacieron en mí en aquel medio minuto escaso."

La historia del amor - Nicole Krauss


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