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martes, 11 de marzo de 2025

el éxtasis de la noche

 "Jamás, desde las noches de mi infancia en que el brazo alzado de Marulino me mostraba las constelaciones, me abandonó la curiosidad por las cosas del cielo... 

La noche, jamás tan completa como lo creen aquellos que viven y duermen encerrados en sus habitaciones, se volvió más oscuras y luego más clara. Las hogueras destinadas a alejar a los chacales se fueron apagando; aquellos montones de carbones ardientes me recordaron a mi abuelo erguido en su viña, sus profecías convertidas ya en presente y que bien pronto serían pasado. En mi vida busqué unirme a lo divino bajo muchas formas; conocí más de un éxtasis; los más atroces, y los hay de una conmovedora dulzura. El éxtasis de la noche siria fue extrañamente lúcido. Inscribió en mí los movimientos celestes con una precisión que jamás me habría permitido alcanzar ninguna observación parcial. En el momento en que escribo, sé exactamente qué estrellas pasan en Tíbur sobre este techo ornado de estucos y pinturas preciosas, y cuáles están suspendidas, en otras tierras, sobre una tumba. Algunos años después, la muerte habría de convertirse en objeto de mi contemplación constante, pensamiento al cual dedicaría todas mis fuerzas de mi espíritu que no estuvieran absorbidas por el Estado. Y quien dice muerte dice también el mundo misterioso al cual acaso ingresamos por ella. Después de tantas reflexiones y de tantas experiencias quizá condenables, sigo ignorando lo que sucede detrás de esa negra colgadura. Pero la noche siria representa mi parte consciente de inmortalidad."

Memorias de Adriano - Marguerite Yourcenar



miércoles, 30 de noviembre de 2022

aferrándose al instante

 "Él por su parte, a la vista de aquellas ventanitas iluminadas en la penumbra del crepúsculo, se preguntaba, al contrario, si los moradores de aquellas modestas casas, imprudentemente situadas junto al trazado de las vías, no envidiarían a los pasajeros del rápido, y si no acabarían por sucumbir, un día, a la tentación de viajar a su vez. Sintiéndose arrastrado como por la marcha del tren, hacia un futuro en el que las sensaciones estaban señaladas de antemano, procuraba extraer toda la voluptuosidad del minuto presente, gozar con una consciencia aún más aguda de esos frágiles instantes que no habrían de repetirse. Se dijo para sí -como se decía con frecuencia, y más de una vez estando con otras mujeres- que la mayor parte de los momentos de nuestra vida serían deliciosos si el futuro o el pasado no proyectaran su sombra sobre ellos, y que generalmente no somos desdichados más que por recuerdo o por anticipación."

La primera noche - Marguerite Yourcenar




jueves, 8 de agosto de 2019

la mirada es más importante que el objeto contemplado

"He traducido al francés Las olas, la penúltima novela de Virginia Woolf, y no me arrepiento de ello, pues diez meses de trabajo me han valido la recompensa de una visita a Bloomsbury y dos horas junto a una mujer a la vez brillante y tímida, que me recibió en una habitación invadida por el crepúsculo. Siempre se equivoca uno respecto a los escritores de su tiempo:  se les supervalora o se les denigra. No creo, sin embargo, estar cometiendo un error si coloco a Virginia Woolf entre los cuatro o cinco virtuosos de la lengua inglesa y entre los escasos escritores contemporáneos  cuya obra tiene alguna probabilidad  de perdurar más allá de diez años. Y espero incluso, pese a tantas señales de lo contrario, que hacia el año 2500 existan todavía algunos espíritus lo bastante sagaces para apreciar las sutilezas de este arte.
¿Por qué pensaré yo hoy, sobre todo, en un librito poco conocido que publicó Virginia Woolf en 1930? Se titula Street - Hunting (título que podría traducirse, sin demasiada inexactitud, por El merodeador de las calles de Londres), Nos hace asistir a la voluble oleada -aunque nada confusa- de imágenes, sensaciones y recuerdos que invaden la mente de un paseante, quien se da por pretexto la compra  de un lápicero únicamente para dar un paseo entre dos luces por las calles de una gran ciudad mágicamente maquillada por las luces y la llegada de la noche. ¿Diremos que este mínimo pretexto es singularmente woolfiano y que a menudo los argumentos de Virginia no son más que sus lapiceros? Recordemos que su arte es de esencia mística, aunque ella vacile o se niegue a darle un nombre a ese misticismo. La mirada es más importante para ella que el objeto contemplado y en ese vaivén de dentro hacia afuera que constituyen todos sus libros, las cosas acaban por adquirir el aspecto curiosamente irritante de reclamos tendidos a la vida interior, de lazos por donde la meditación introduce su cuello frágil con peligro de estrangularse, de señuelos del alma. Podemos hacernos del universo una imagen muy distinta  de ese impresionismo patético, pero no es menos verdad que la autora de Las olas ha sabido preservar, bajo la oleada multiforme, angustiosa y ligera de las sensaciones que pasan, esa nítida limpidez que es el equivalente formal de la serenidad. De ese mismo modo acogen los ríos una imagen superficial de las cosas, perpetuamente huidiza, que no enturbia para nada la transparencia de sus profundidades, ni la música de su lento fluir hacia el mar.
"El ojo no es un minero, dice Virginia Woolf, ni tampoco un buceador ni un buscador de tesoros escondidos. El ojo flota blandamente a merced del río." Podría clasificarse a los poetas teniendo en cuenta únicamente las cualidades de su mirada, y entonces nos percataríamos que la definición de Virginia Woolf se aplica sobre todo a sí misma. El ojo incansable de Balzac es un buscador de tesoros escondidos. Y podría mencionarse también el gran ojo-espejo de Goethe, evocar sin irreverencia el faro intermitente  que fue el ojo de Hugo, y comparar los hermosos ojos de Rilke, de Novalis o de Keats, con la mirada mágica y temblorosa de los astros. En Virginia Woolf asistimos a un fenómeno muy diferente y quizás menos corriente:  el mismo ojo, tan natural como una corola, que se dilata y retracta alternativamente como un corazón. Y cuando pienso en el martirio que es el trabajo de la creación para todo gran artista, y en la admirable cantidad de imágenes nuevas que la literatura inglesa debe a Virginia Woolf, no puedo por menos de recordar a Santa Lucía de Siracusa, que donó a los ciegos de su ciudad natal sus dos admirables ojos."

Peregrina y extranjera 
Ensayos - Marguerite Yourcenar
Santillana S.A. 1992



domingo, 4 de agosto de 2019

más allá de los ojos...

"Poseemos el mundo y a nosotros mismos a través de nuestros cinco sentidos, y la vista es, ciertamente, uno de los tres de los que más dependemos.  Ahora bien, hay muchos de nosotros que no nos vemos.  La inmensa mayoría de los hombres no se ven:  la muy noble modestia de Borges proviene de que él se ve como es, único y sin embargo igual a cualquiera, como lo somos todos. Pero la mayoría de nosotros no ve al que tiene enfrente, ni al universo. Él vive lo uno y lo otro.
Nosotros descuidamos hacer esto mismo por pereza, por prejuicios, a menudo por rechazo puro y simple. Los hindúes tienen razón al hacer de la Ekagrata   - la atención - una de las más elevadas cualidades mentales.  No digo que sea suficiente tener mala vista como Borges, y acabar, tras ocho operaciones, completamente ciego a la edad de cincuenta años, para desarrollar un sentido agudo de la belleza o del horror de las cosas, para medir casi matemáticamente la importancia o el valor de los hombres y de los seres, como él hace en sus ensayos críticos (Inquisiciones, Discusión, Nueve ensayos dantescos, una parte de Historia de la eternidad), sin jamás denigrar y sin dejar tampoco que nuestra admiración se desvíe por una pista falsa. Nadie mejor que él ha mostrado con más sobriedad que bajo el catolicismo casi agresivo de Chesterton sobreviven y florecen de nuevo extrañas herejías que creíamos muertas, o que Henry James, que al lector desprevenido podría parecer, en un principio, "un difuso novelista mundano", debía su profundidad al hecho de ser un "apacible residente del infierno". No creo que la ceguera bastara para enseñar a Borges la clarividencia y la cordura, pero es un hecho que estas dos cualidades crecieron con la pérdida general de la vista.  En vez de ser un motivo de tristeza lírica, fue para él un medio de ver el mundo, en un sentido más amplio del que de ordinario se da a esa palabra, y de verse, aun alcanzado por una desgracia que también llega a otros muchos.
A los cincuenta años se quedó irreversiblemente ciego, leer y escribir le resultaban imposibles y, por una suerte o una desgracia irónica, fue nombrado bibliotecario de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires ("900.000 libros y sin ojos") Ser ciego no significa, por lo demás, según me explicaba él, la negrura trágica que imaginamos. "Se cree que los ciegos lo ven todo negro, me decía. Pero no, yo me levanto y me acuesto envuelto en una espesa niebla amarilla que todo lo cubre...¡Ah si yo pudiera contemplar una hermosa noche negra!"

Peregrina y extranjera - Ensayos - Marguerite Yourcenar
Borges o el vidente
Ediciones Santillana S.A. (Alfaguara) 1992