A veces el cliente tiene que ir a toda prisa a comprar el periódico o comida para el gato mientras nosotros estamos en plena faena. Seguro que no tienen ningún problema, dicen. No parecen demasiado convencidos. Descuide, digo yo. Solo díganos dónde está la cubertería de plata. Los clientes sueltan una carcajada, nosotros otra y entonces se apodera de ellos una angustia que les dificulta irse. Se quedan merodeando junto a la puerta principal, tratando de memorizar cuanto poseen, como si no supieran dónde pueden encontrarnos, para quién coño trabajamos.
Una vez que se han ido, no tengo que preocuparme de que nadie me moleste. Dejo la llave en el piso, me estrello los nudillos y husmeo por la casa, normalmente mientras Wayne alisa el tapete, trabajo para el que no precisa mi ayuda. Yo cojo galletas de la cocina, cuchillas de afeitar de los armarios del cuarto de baño. Algunas casas tienen veinte o treinta habitaciones. En el camino de vuelta me pongo a pensar en el botín que cabe en tanto espacio. Muchas veces me han sorprendido husmeando por la casa y resulta increíble ver lo dispuestos que están a creer que uno está buscando el cuarto de baño si cuando te descubren no te sobresaltas y te limitas a saludar."
Los boys - Junot Díaz
Random House Mondadori, febrero 2009