domingo, 7 de octubre de 2018

comentarios banales y sospechas fundadas

"Tendrían que ver cómo son nuestros clientes. Médicos, diplomáticos, cirujanos, rectores de universidad, señoras con pantalones amplios y corpiños de seda que llevan unos relojes pulsera extraplanos que valen tanto como un carro y zapatos de cuero comodísimos. La mayoría se prepara para recibirnos haciendo un pasillo con hojas del Washington Post del día anterior que va desde la puerta principal hasta la sala de juegos. Yo les obligo a que lo quiten todo. Digo: Carajo, ¿y si nos resbalamos qué? ¿Sabe usted el daño que pueden ocasionar doscientas libras de pizarra en el piso? Ante la amenaza de los desperfectos reaccionan, recurriendo al sentido común. Los mejores clientes nos dejan en paz hasta que llega el momento de firmar la factura. De vez en cuando nos dan agua en vasos de papel. Poca gente nos ha ofrecido algo más, aunque una vez un dentista de Ghana nos trajo una caja de seis Heineken mientras hacíamos el trabajo.
A veces el cliente tiene que ir a toda prisa a comprar el periódico o comida para el gato mientras nosotros estamos en plena faena. Seguro que no tienen ningún problema, dicen. No parecen demasiado convencidos. Descuide, digo yo. Solo díganos dónde está la cubertería de plata. Los clientes sueltan una carcajada, nosotros otra y entonces se apodera de ellos una angustia que les dificulta irse. Se quedan merodeando junto a la puerta principal, tratando de memorizar cuanto poseen, como si no supieran dónde pueden encontrarnos, para quién coño trabajamos.
Una vez que se han ido, no tengo que preocuparme de que nadie me moleste. Dejo la llave en el piso, me estrello los nudillos y husmeo por la casa, normalmente mientras Wayne alisa el tapete, trabajo para el que no precisa mi ayuda. Yo cojo galletas de la cocina, cuchillas de afeitar de los armarios del cuarto de baño. Algunas casas tienen veinte o treinta habitaciones. En el camino de vuelta me pongo a pensar en el botín que cabe en tanto espacio. Muchas veces me han sorprendido husmeando por la casa y resulta increíble ver lo dispuestos que están a creer que uno está buscando el cuarto de baño si cuando te descubren no te sobresaltas y te limitas a saludar."

Los boys - Junot Díaz
Random House Mondadori, febrero 2009




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