martes, 21 de noviembre de 2017

descifrando el mensaje

"Me senté a la mesa que tenía más cerca y abrí un volumen encuadernado en piel, el título, repujado en oro, había quedado reducido a una sombra dorada. La tarjeta que había en la solapa interior estaba sellada por última vez antes de mi supuesto nacimiento.  El libro contenía una historia completa del lenguaje de las flores.  Empezaba con el diccionario de flores original publicado en Francia en el siglo XIX; incluía una larga lista de parejas reales que habían utilizado ese lenguaje durante el cortejo y ofrecía descripciones detalladas de los ramos que habían intercambiado.  Pasé al final del libro, donde  había un breve diccionario de flores. El álamo blanco, no aparecía.
Revisé media docena de libros más, mientras mi ansiedad iba en aumento. Temía descubrir la respuesta del desconocido, pero temía aún más no encontrar la definición y quedarme sin saber qué había intentado decirme. Tras veinte minutos de búsqueda, por fin encontré lo que buscaba: una sola entrada, entre "ajenuz" y "aliaga", "Álamo blanco": Tiempo. Exhalé aliviada, aunque al mismo tiempo confundida."

El lenguaje de las flores - Vanessa Diffenbaugh
Ediciones Salamandra, 2012


miércoles, 15 de noviembre de 2017

la monotonización

"La más honda impresión que conservo de todos los viajes realizados estos últimos años, a pesar de algunas experiencias felices, es un vago horror a la monotonización del mundo. En las manifestaciones externas de la vida todo se hace uniforme, todo se adapta a un tipo standard de civilización. Los usos individuales de cada pueblo pierden su carácter peculiarísimo, los vestidos se hacen uniformes, las costumbres llegan a ser internacionales. Parece que los países van penetrándose unos en los otros, que todos los hombres viven conforme a un mismo ideal de vida, y que las ciudades se asemejan cada día más en su aspecto exterior. París se está americanizando del todo, y Viena budapestizada; se va perdiendo el sutil aroma de lo específico en las culturas; la capa de pintura de diversos colores va saltando rápidamente y por los grandes desconchados asoma el corazón color de acero de la vida moderna: la maquinaria.
Este proceso se inició hace tiempo: ya antes de la guerra. Rathenau señaló proféticamente como el rasgo más significativo de nuestra época es la mecanización de la vida, la preponderancia de la técnica; pero esta caída en la uniformidad exterior de la vida nunca ha sido tan precipitada y tan caprichosa como en los últimos años. [  ] 
Las caras se van asemejando unas a otras a causa de idénticas pasiones; los cuerpos, por idénticos deportes; los espíritus, por idénticos intereses. Insensiblemente, el creciente deseo de uniformidad exterior lleva a la igualdad de almas, al alma colectiva, a la atrofia del nervio en beneficio del músculo, a la muerte de lo individual a favor de lo genérico. La conversación, arte de hablar, es triturada entre bailes y deportes; el teatro envilecido en el sentido del cine; en la literatura se introduce la práctica de la moda fulminante, el «éxito de temporada». Ya no hay, como no hay en Inglaterra, libros para la gente, sino sólo «el libro de la temporada»; ya se extiende esa forma aguda del éxito que, como una breve emisión de radio, comienza simultáneamente en todas las capitales europeas, y momentos después se da por terminado. Y como todo se hace a corto plazo, la cultura general, esa síntesis racional adquirida con paciencia a lo largo de toda una vida, es un fenómeno muy raro en nuestra época, como es raro todo aquello que no se consigue sino por esfuerzo individual.
Como creemos que es inútil luchar, no hay más remedio que la fuga: la fuga hacia nosotros mismos. No se puede salvar lo individual en el mundo; sólo puede defenderse en el interior de sí mismo. El triunfo del hombre espiritual es siempre la libertad, el estar libre de la tiranía de las personas y de las ideas, libre de uno mismo. Y nuestra tarea es ésta: liberarnos en la medida que los otros se hagan esclavos por su voluntad. Cuando más monótonas, estereotipadas y mecánicas sean las inclinaciones de los demás, tanto más variados nuestros intereses, abiertos a todos los cielos del espíritu. Y todo eso, sin ostentación. No digáis jactanciosos: «somos distintos». No simuléis desprecio por todas aquellas cosas que tal vez encierran un hondo sentido que nosotros no captamos. Hemos de apartarnos por dentro, no por fuera: visitamos las mismas prendas, disfrutemos de todas las comodidades técnicas, y no nos gastemos en jactanciosos distanciamientos, en una necia e impotente oposición al mundo. Vivir en una vida tranquila, pero en libertad; acomodarnos, silenciosa e inadvertidamente, al mecanismo exterior de la sociedad; pero, en la intimidad, seguir cultivando exclusivamente para nuestras inclinaciones personalísimas, conservando el compás y el ritmo propios de nuestra vida. [   ]

 Ahí, en el fondo del ser que va tomando eternamente nuevas formas, hay infinitas posibilidades para los hombres de buena voluntad. Es ahí donde nosotros obramos, en nuestro mundo personal, donde nunca, nunca, penetrará la monotonía"

El mundo insomne - Stefan Zweig

Luis de Caralt, 1965





viernes, 10 de noviembre de 2017

a genuine friendship

The Comtesse was still looking  at him:
“Come, M. le Curé, tell me about it — tell me how you made up your mind to renounce all that makes the rest of us love life,  all that comforts and consoles us? What is it that drove you, impelled you, to separate yourself from the great natural path of marriage and  family life?. You are neither a mystic nor a fanatic, neither a kill-joy nor a pessimist. Was it something that happened, a great  sorrow, that made you  take life  vows?”
The Abbé Mauduit rose up and went to the fire, holding out the heavy shoes of a country priest to the flames. He  still seemed to hesitate about answering.
He was a tall old man with white hair, and for the last twenty years he had been the pastor of the parish of Sainte–Antoine-du-Rocher. The peasants said of him: “There’s a good man for you!” And indeed he was a good man, benevolent, friendly to all, gentle, and, to crown all, generous. Like Saint Martin, he had cut his cloak in two. He freely laughed, and wept too for very little, just like a woman, — which lowered his reputation a little  in eyes of the country people.
The old Comtesse de Saville, who had retired to her castle at Rocher,  to bring up her grand-children, after the  deaths in close succession of her son and  daughter-in-law, was very fond of  her curé, and used to say of him: “He has a kind heart!”
He came every Thursday to spend the evening at the castle, and he and the Comtesse had become close friends with the genuine, open-hearted friendship possible only to the old.

Looking back - Guy de Maupassant
Bantam Edition, 1962






viernes, 3 de noviembre de 2017

¿en qué se basa la amistad?

“La señora Lehntman necesitaba de Ana tanto como Ana de ella, pero la señora Lehntman estaba más dispuesta a arriesgar la pérdida de Ana, y así el poder de control de la buena Ana fue debilitándose.
En la amistad, el poder siempre llega a una curva descendente.  El poder que uno tiene para dirigir va creciendo hasta que llega el momento en que uno ya no gana, y aún cuando no haya perdido en realidad, desde el momento en que la victoria no es segura, el poder de uno deja de ser fuerte.  Sólo en  una relación tan íntima como el matrimonio puede esa influencia ascender  y volverse cada vez más fuerte con el paso de los años, sin declinar nunca. Sólo sucede así cuando no hay manera de escapar.
La amistad se basa en el favor. Siempre hay peligro de una ruptura o de que un poder mayor  se interponga. La influencia solo sigue una continua marcha ascendente cuando ninguno de los dos puede zafarse.
Ana quería mucho a la señora Lehntman, y la señora Lehntman necesitaba de Ana, pero siempre había otros recursos, y si Ana había cedido una vez, podía volver a ceder, así que ¿por qué habría de ceder la señora Lehntman? “

Tres vidas  - Gertrude Stein

Ediciones Troquel, 1966