martes, 16 de mayo de 2017

estableciendo prioridades

"Cuando dejé el negocio y comencé mi vida como novelista, lo primero que hicimos (me refiero a mi esposa y a mí) fue modificar nuestro modo de vida. Decidimos despertarnos con la salida del sol y acostarnos lo antes posible cuando oscureciera. Eso era lo que considerábamos una vida natural. Como ya habíamos dejado la hostelería, podíamos vernos sólo con las personas a las que quisiéramos ver y hacer todo lo posible por no vernos con las que no.  Sentíamos que, al menos durante un tiempo, podíamos permitirnos ese pequeño lujo. Sonará repetitivo, pero a mí, por naturaleza, no se me dan bien las relaciones sociales. Tenía la necesidad de retornar a mi forma de ser originaria.
Dimos un fuerte golpe de timón para virar en redondo desde nuestros siete años de vida de "apertura" hacia una vida de "cierre".  Creo que esa etapa de "apertura" constituyó una buena experiencia. Si lo pienso, comprendo que aprendí muchas cosas importantes. Esa época fue para mí algo así como la educación general básica de la vida, mi verdadera escuela. Pero no podía continuar eternamente con ese tipo de vida. Y es que la escuela es un lugar en el que se entra, se aprende algo y se sale.
De este modo hacíamos una vida sencilla y regular en la que nos levantábamos antes de las cinco de la mañana y nos acostábamos antes de las diez de la noche.  La franja horaria del día en la que uno rinde más depende, por supuesto, de cada persona, pero, en mi caso, es la de las primeras horas de la mañana. En ellas concentro mi energía y consigo terminar las tareas más importantes. En las demás horas hago deporte, despacho las tareas cotidianas y ventilo los asuntos que no precisan demasiada concentración. Al ponerse el sol, ya no trabajo. Leo libros, escucho música, me relajo y me acuesto lo antes posible. Hasta hoy, mis días han seguido más o menos ese patrón.  Y creo que, afortunadamente, en estos veinte años he desarrollado mi trabajo con bastante eficiencia. Ahora bien, si se lleva esta clase de vida, cosas como las salidas nocturnas desaparecen casi por completo y las relaciones sociales sin duda también se van resintiendo. Alguno incluso se ofende. Porque si te invitan a ir a algún sitio o te proponen hacer algo, entonces hay que declinar la invitación.
Es sólo mi opinión, pero, en la vida, a excepción de esa época en la que se es realmente joven, deben establecerse prioridades.  Hay que repartir ordenadamente el tiempo y las energías. Sí, antes de llegar a cierta edad, no dejas bien instalado en tu interior un sistema como ése, la vida acaba volviéndose monótona y carente de eje."


De que hablo cuando hablo de correr - Haruki Murakami 


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