"Cuando dejé el negocio y comencé mi vida como novelista, lo
primero que hicimos (me refiero a mi esposa y a mí) fue modificar nuestro modo
de vida. Decidimos despertarnos con la salida del sol y acostarnos lo antes
posible cuando oscureciera. Eso era lo que considerábamos una vida natural.
Como ya habíamos dejado la hostelería, podíamos vernos sólo con las personas a
las que quisiéramos ver y hacer todo lo posible por no vernos con las que
no. Sentíamos que, al menos durante un
tiempo, podíamos permitirnos ese pequeño lujo. Sonará repetitivo, pero a mí,
por naturaleza, no se me dan bien las relaciones sociales. Tenía la necesidad
de retornar a mi forma de ser originaria.
Dimos un fuerte golpe de timón para virar en redondo desde nuestros
siete años de vida de "apertura" hacia una vida de
"cierre". Creo que esa etapa
de "apertura" constituyó una buena experiencia. Si lo pienso,
comprendo que aprendí muchas cosas importantes. Esa época fue para mí algo así
como la educación general básica de la vida, mi verdadera escuela. Pero no
podía continuar eternamente con ese tipo de vida. Y es que la escuela es un
lugar en el que se entra, se aprende algo y se sale.
De este modo hacíamos una vida sencilla y regular en la que nos
levantábamos antes de las cinco de la mañana y nos acostábamos antes de las
diez de la noche. La franja horaria del
día en la que uno rinde más depende, por supuesto, de cada persona, pero, en mi
caso, es la de las primeras horas de la mañana. En ellas concentro mi energía y
consigo terminar las tareas más importantes. En las demás horas hago deporte,
despacho las tareas cotidianas y ventilo los asuntos que no precisan demasiada
concentración. Al ponerse el sol, ya no trabajo. Leo libros, escucho música, me
relajo y me acuesto lo antes posible. Hasta hoy, mis días han seguido más o
menos ese patrón. Y creo que,
afortunadamente, en estos veinte años he desarrollado mi trabajo con bastante
eficiencia. Ahora bien, si se lleva esta clase de vida, cosas como las salidas
nocturnas desaparecen casi por completo y las relaciones sociales sin duda
también se van resintiendo. Alguno incluso se ofende. Porque si te invitan a ir
a algún sitio o te proponen hacer algo, entonces hay que declinar la
invitación.
Es sólo mi opinión, pero, en la vida, a excepción de esa época en la que
se es realmente joven, deben establecerse prioridades. Hay que repartir ordenadamente el tiempo y
las energías. Sí, antes de llegar a cierta edad, no dejas bien instalado en tu
interior un sistema como ése, la vida acaba volviéndose monótona y carente de
eje."
De que hablo cuando hablo de correr - Haruki Murakami
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