martes, 30 de septiembre de 2025

armonía matemática

 "Entre 1958 y 1973, Alexander Grothendieck reinó sobre las matemáticas como un príncipe ilustrado, atrayendo a su órbita a las mejores mentes de su generación, quienes postergaron sus propias investigaciones para participar de un proyecto tan ambicioso como radical: develar las estructuras que subyacen a todos los objetos matemáticos. 

Su manera de enfrentar el trabajo era excepcional. Aunque fue capaz de resolver tres de las cuatro conjeturas de Weil, los mayores enigmas matemáticos de su época, a Grothendieck no le atraían los problemas difíciles ni le interesaban los resultados finales. Su afán era alcanzar una comprensión absoluta de los fundamentos, por lo que construía complejas arquitecturas teóricas alrededor de las interrogantes más simples, rodeándolas con un ejército de nuevos conceptos.  Bajo la suave y paciente presión de la razón de Grothendieck, las soluciones parecían brotar por sí mismas, revelándose por voluntad propia, "como una nuez que se abre tras permanecer sumergida bajo el agua durante meses"

Lo suyo fue la generalización, el zoom out llevado al paroxismo. Cualquier dilema se volvía sencillo si uno lo miraba desde la distancia suficiente. No le interesaban los números, las curvas, las rectas ni ningún otro objeto matemático en particular:  lo único que importaba era la relación entre ellos. "Tenía una sensibilidad extraordinaria a la armonía de las cosas", recuerda uno de sus discípulos, Luc Illusie. "No es sólo que haya introducido  nuevas técnias y probado grandes teoremas: cambió la forma en que pensamos sobre las matemáticas".

Su obsesión fue el espacio y una de sus mayores genialidades fue expandir la noción del punto. Ante la mirada de Grothendieck, el humilde punto dejó de ser una posición sin dimensiones para bullir con complejas estructuras internas. Donde otros veían algo sin profundidad, tamaño, ancho ni largo, Alexander vio un mundo entero. Desde Euclides no se había propuesto algo tan audaz."

Un verdor terrible - Benjamín Labatut




jueves, 18 de septiembre de 2025

aprender de los libros

 "Se puso boca arriba, con la cabeza apoyada en las manos enlazadas, y contempló el cielo azul moteado de hojas y esperó mientras una decisión iba tomando cuerpo, invencible, en su ser.

Nunca más iría a la escuela, ni a la Universidad. No había nadie que pudiera enseñarle lo que él quería saber. De los libros siempre aprendería, pues las personas, las más grandes, daban lo mejor de sí mismas en los libros. Los libros eran un destilado de las personas."

Cualquier cosa que le deparara el futuro sería buena. Todo era vida. Todo era saber. Se levantó del suelo de un salto. Se sacudió las hojas del pelo. y con un pañuelo se secó la humedad que el musgo había dejado en su mejilla. Luego regresó caminando a la ciudad. "

El eterno asombro - Pearl S. Buck



lunes, 15 de septiembre de 2025

Era, en suma, feliz.

 "La nomenclatura de la señora de Jáuregui siguió siendo anticuada; hablaba de la calle de las Artes, de la calle del Temple, de la calle Buen Orden, de la calle de la Piedad, de las dos Calles Largas, de la plaza del Parque y de los Portones. La familia afectaba esos arcaísmos, que eran espontáneos en ella.

  Decían orientales y no uruguayos. No salía de su casa; quizá no sospechaba que Buenos Aires había ido cambiando y creciendo. Los primeros recuerdos son los más vívidos; la ciudad que la señora se figuraba del otro lado de la puerta de calle sería muy anterior a la del tiempo en que tuvieron que mudarse del centro. Los bueyes de las carretas descansarían en la plaza del Once y las violetas muertas aromarían las quintas de Barracas. Ya no sueño más que con muertos fue una de las últimas cosas que le oyeron decir. Nunca fue tonta, pero no había gozado, que yo sepa, de placeres intelectuales; le quedarían los que da la memoria y después el olvido. Siempre fue generosa. Recuerdo los tranquilos ojos claros y la sonrisa. Quién sabe qué tumulto de pasiones, ahora perdidas y que ardieron, hubo en esa vieja mujer, que había sido agraciada. Muy sensible a las plantas, cuya modesta vida silenciosa era afín a la de ella, cuidaba unas begonias en su cuarto y tocaba las hojas que no veía. Hasta 1929, en que se hundió en el entresueño, contaba sucedidos históricos, pero siempre con las mismas palabras y en el mismo orden, como si fueran el Padrenuestro, y sospeché que ya no respondían a imágenes. Lo mismo le daba comer una cosa que otra. Era, en suma, feliz.

  Dormir, según se sabe, es el más secreto de nuestros actos. Le dedicamos una tercera parte de la vida y no lo comprendemos. Para algunos no es otra cosa que un eclipse de la vigilia; para otros, un estado más complejo, que abarca a un tiempo el ayer, el ahora y el mañana; para otros, una no interrumpida serie de sueños. Decir que la señora de Jáuregui pasó diez años en un caos tranquilo es acaso un error; cada instante de esos diez años puede haber sido un puro presente, sin antes ni después. No nos maravillemos demasiado de ese presente que contamos por días y por noches y por los centenares de las hojas de muchos calendarios y por ansiedades y hechos; es el que atravesamos cada mañana antes de recordarnos y cada noche antes del sueño. Todos los días somos dos veces la señora mayor."

La señora mayor - J.L.Borges



martes, 9 de septiembre de 2025

esa tendencia a obedecer


"Serían las once de la noche; yo había entrado en el almacén, que ahora es un bar, en Bolívar y Venezuela. Desde un rincón el hombre me chistó. Algo de autoritario habría en él, porque le hice caso enseguida. Estaba sentado ante una de las mesitas; sentí de un modo inexplicable que hacía mucho tiempo que no se había movido de ahí, ante su copita vacía. No era ni bajo ni alto; parecía un artesano decente, quizá un antiguo hombre de campo. El bigote ralo era gris. Aprensivo a la manera de los porteños, no se había quitado la chalina. Me invitó a que tomara algo con él. Me senté y charlamos.
Todo esto sucedió hacia mil novecientos treinta y tantos.
El hombre me dijo: —Usted no me conoce más que de mentas, pero usted me es conocido, señor. Soy Rosendo Juárez. El finado Paredes le habrá hablado de mí. El viejo tenía sus cosas; le gustaba mentir, no para engañar, sino para divertir a la gente. Ahora que no tenemos nada que hacer, le voy a contar lo que de veras ocurrió aquella noche. La noche que lo mataron al Corralero. Usted, señor, ha puesto el sucedido en una novela, que yo no estoy capacitado para apreciar, pero quiero que sepa la verdad sobre esos infundios.
Hizo una pausa como para ir juntando los recuerdos y prosiguió: —A uno le suceden las cosas y uno las va entendiendo con los años. Lo que me pasó aquella noche venía de lejos. Yo me crié en el barrio del Maldonado, más allá de Floresta. Era un zanjón de mala muerte, que por suerte ya lo entubaron. Yo siempre he sido de opinión que nadie es quién para detener la marcha del progreso. En fin, cada uno nace donde puede. Nunca se me ocurrió averiguar el nombre del padre que me hizo."



El Informe de Brodie - Jorge Luis Borges
 

jueves, 4 de septiembre de 2025

permanece en su función

 "Uso una máquina de escribir portátil. Olympia que es bastante liviana para mi extraño hábito de escribir con la máquina en el regazo.

El ruido bajo de su teclado acompaña discretamente la soledad de quien escribe. Me gustaría darle un regalo a mi máquina. Pero ¿qué se puede dar a una cosa que modestamente se mantiene como cosa, sin la pretensión de volverse humana?  Esa tendencia actual de elogiar a las personas diciendo que son "muy humanas" me está cansando. En general esa palabra "humano" está queriendo decir "buenito" "afable", sino meloso. Y todo eso es lo que la máquina no tiene. Ni siquiera siento en ella la voluntad de volverse un robot. Se mantiene en su función, y satisfecha. Lo que también me da satisfacción." 

Gratitud a la máquina - Clarice Lispector