sábado, 23 de octubre de 2021

en nombre de la ternura

 "Cuando era niño pensaba que moriría antes que mi madre, de acuerdo con el principio aquel de que el árbol sobrevive a su fruto.

Con el tiempo aprendí el orden lógico o por lo menos natural de las cosas, y entonces tuve otro problema ¿acaso podría causarle a mi madre una tristeza tan grande como mi muerte?

Ese pensamiento me hizo prudente y cauteloso. Mis juegos nunca fueron especialmente osados, por lo general procuraba estar cerca de ella, algo que ella me recuerda con frecuencia, cuando la llamo por teléfono los sábados.

Ella vive en Atenas. Yo vivo en Estocolmo desde hace alrededor de cuarenta y tres años.

- Hola mamá, soy yo - digo cuando levanta el auricular. Si está de buen humor me responde con alguna rima. Si no está de buen humor, se pone de buen humor.

- ¡Qué alegría oír a mi hijo, el pequeñito, el que vive en el extranjero y llama a su mamá, anciana ya!

Alguien podría pensar que siempre canturrea la misma tonada, pero no es así. A sus noventa y dos años conserva la capacidad de jugar con las palabras. Inmediatamente después, expresa su pesar.

- Tú, que no te separabas de mi falda, te fuiste tan lejos. 

No es una recriminación, simplemente no lo entiende. Tampoco yo lo he entendido. Me fui de mi país, pero ¿qué quería dejar atrás? "

Madres e hijos - Theodor Kallifatides








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