viernes, 21 de enero de 2022

dos tipos de ceguera


-¡Qué silencio! ¡Qué soledad! Es como un desierto.
Así se quejaba el poeta ciego Eroshenko, a poco de llegar a Pekín con su balalaika. Debía ser tal como él decía, pero yo nunca me había dado cuenta. Vivía allí demasiado tiempo y, como dice Confucio, "el que duerme en un jardín, no huele las flores" Sólo sentía el runrún constante de la ciudad, aunque tal vez, justamente, eso que yo percibía como "ruido" era lo que él percibía como "silencio".



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