"Cerca de la medianoche la Menga Lloriente empezó a gemir con fuerza y a apretarse el vientre con ambas manos. Trotaconventos era hábil, y al punto estuvo junto a ella. A las doce en punto bañaba al recién nacido con diligencia y presteza, lo envolvía en su propio manto de estameña y lo entregaba a su madre. Y estaba dispuesta ya a marcharse, para realizar su oficio y ganar algún dinero. Pero la Menga Lloriente le pidió que no lo hiciera. En la puerta de la casucha Trotaconventos se detuvo, escuchando a los niños que cantaban a lo lejos -"Nacido es el Criador, que de las gentes es el Señor"-, Se volvió enfrentándose con el cuadro de la Menga Lloriente, sentada en el mísero lecho y sosteniendo al niño en sus brazos morenos.
A través de la ventana se veían caer los primeros copos de nieve; era como si el cielo se deshiciera en rosas blancas. Recordó las palabras del Arcipreste: - Dios es amor, es vida, es luz, es agua, es piedra, es árbol...
Trotaconventos se arrodilló junto a la madre y al recién nacido, y adoró en ese recién nacido, hijo del Arcipreste de Hita, a Nuestro Señor."
Fabulario : La Noche Buena de Trotaconventos - Eduardo Gudiño Kieffer
Editorial Losada, 1969
"Reconocer la realidad como forma de ilusión, y la ilusión como forma de realidad, es igualmente necesario e igualmente inútil". F. Pessoa
domingo, 24 de diciembre de 2017
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