"Pero yo también comprendo que
nada de lo que concierne al hombre se cuenta ni se mide. La verdadera extensión
no es para el ojo, no se concede más que para el espíritu. Vale lo que vale el
lenguaje, pues el lenguaje es el que anuda las cosas. Me parece que en
adelante podré entrever mejor lo que es una civilización. Una civilización
es una herencia de creencias, de costumbres, de conocimientos lentamente
adquiridos a través de los siglos, difíciles de justificar con la lógica, pero
que se justifican ellos mismos como caminos si conducen a algún lado, puesto
que abren al hombre su horizonte interior.
Una mala literatura nos ha hablado de
la necesidad de la evasión. Cierto que uno sale de viaje en busca de espacio.
Pero el espacio no se encuentra. Se funde. Y la evasión nunca ha
conducido a ningún lado.
Cuando el hombre necesita, para sentirse
hombre, correr en carreras, cantar en coros, o hacer la guerra, son ya lazos
que se impone a fin de atarse a otros y al mundo. Pero ¡qué lazos tan pobres!
Si una civilización es fuerte, satisface al hombre aunque éste permanezca
inmóvil.
En tal pueblecito, silencioso, bajo
la luz grisácea de un día lluvioso, veo una enferma enclaustrada que medita
apoyada contra su ventana ¿quién es?
¿qué han hecho de ella?
Yo juzgaría la civilización de ese pueblito por la densidad de esta
presencia ¿qué valemos una vez que estamos inmóviles?"
Piloto de guerra – Antoine de Saint
Exupéry
Editorial Sudamericana, 1998
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