"Más tarde se enfrascó en una tarea de pasar en limpio. Anocheció. A la mañana siguiente se vería si era una ayuda o una nulidad, una inteligencia o una máquina, un cerebro o una cabeza hueca. De momento le pareció que había hecho bastante. Arregló sus papeles y subió a su cuarto, feliz de poder estar un rato a solas. No sin melancolía empezó a vaciar su maleta - todo cuanto poseía - cosa por cosa, lentamente, recordando las innumerables mudanzas en las que había usado ya esa misma maletita. El joven empleado sintió cuán entrañables pueden resultarnos las cosas humildes. Y mientras acondicionaba con intencionado esmero su escasa ropa blanca en el armario, se preguntó cómo le iría en casa de los Tobler: "Bien o mal, ya estoy aquí, pase lo que pase". En su fuero interno se comprometió a esforzarse, al tiempo que tiraba al suelo un ovillo de hilos viejos y trozos de bramante, corbatas, botones, agujas y retales de lino. "Ya que aquí me dan casa y comida, quiero esmerarme física y espiritualmente para merecerlo". siguió murmurando, "¿qué edad tengo ahora? !¡Veinticuatro años! Ya no soy lo que se dice un jovencito. Me he quedado atrás en la vida". Acabó de vaciar la maleta y la puso en un rincón. En cuanto creyó llegado el momento, bajó a cenar, luego se dirigió al correo del pueblo y, más tarde, a dormir."
El ayudante - Robert Walser
Ediciones Siruela, mayo 2012
pág.13
No hay comentarios:
Publicar un comentario